domingo, 8 de septiembre de 2013

Cuadernos de Poesía disponible para préstamo.

Próximamente estarán disponibles los Cuadernos de Poesía en la nueva estantería de plaquettes en la Sala Literatura de la Biblioteca de Santiago.



En la foto, algunos ejemplares de los Cuadernos de Poesía 
junto a otros proyectos editoriales de plaquettes.

jueves, 22 de agosto de 2013

Lectura de Angélica Panes en el lanzamiento del proyecto web Corredor Interoceánico.

Lectura de Barro (H)otel (Cuadernos de Poesía, 2012) de la poeta Angélica Panes en el Lanzamiento de la web del proyecto Corredor Interoceánico: poesía sudamericana de costa a costa en el bar El Chancho Seis: http://corredorinteroceanico.org/


sábado, 10 de agosto de 2013

Cuadernos de Poesía presentados en el lanzamiento del proyecto "Corredor Interoceánico".

Las plaquettes Barro (H)otel de Angélica Panes e Iniciática de Karla Rodríguez fueron presentadas en el lanzamiento del proyecto de antología virtual "Corredor Interoceánico"




domingo, 4 de agosto de 2013

Poetas de los Cuadernos de Poesía en presentación del proyecto "Corredor Interoceánico"

Este jueves 8 de agosto se presenta en el bar Chancho Seis el proyecto: "Corredor Interoceánico", antología virtual de poesía sudamericana actual que irá publicando material de autores/as jóvenes del cono sur. En esta ocasión participarán las poetas publicadas en los Cuadernos de Poesía: Angélica Panes y Karla Rodríguez junto al editor de los cuadernos: Raúl Hernández. 



sábado, 20 de abril de 2013

Presentación de “Iniciática” de Karla Rodríguez por Alejandro Godoy




La impregnación del deseo como fisura (fragmento)


como si el vacío fuese menos una falta que una saturación

Maurice Blanchot 


Pretender cerrar la significación del poema en un supuesto inicio, considerando el concepto de origen mismo inscrito al intercambio de todo aquello que está disociado, gesta como proyecto entender y repensar el alcance productivo del deseo en un discurso que se enuncia a través de la experimentación del lenguaje. De este modo, “Iniciática”, de Karla Rodríguez, se instala en un plano donde proliferar adquiere su estado hacia la utilización del cuerpo. La herida está en el espejo, la solead es capaz de incinerar las palabras como señal para constatar este hecho. Morir en el lenguaje como acto ritual, comprensión e integración hacia un posible origen que ha sido removido, para ser capaz de reapropiarse de fragmentos rizomáticos en la escritura. La belleza no me habita, escribe Karla. Una variante que se expresa y se delata en su presencia como simulacro, el texto reacciona ante la significancia que habita la lengua, la particularidad de reflejar la raíz de una herida en la carne de un cadáver inmerso en las palabras. Quizá el libro recorra intencionalmente una voz que se desborda al escribir ante esta necesidad: recobrar una maniobra sobre la cual un inicio indeterminado en su decir se desmiembra en el oficio de una búsqueda: el sentido de vocación ha de crecer en mí como una semilla en la mitad del pecho.

Se vislumbra una cicatriz, el cuerpo se corroe en la inmersión de lo perdido por una autoría de este saber, reconociendo la corporalidad de las palabras que extravían la coyuntura del espacio significante al categorizar el recuerdo del hallazgo ante lo retrospectivo. Escribe Rodríguez: los quiero a todos muertos / en el lenguaje o en la materia / quiero mirar mi crimen. La materia como desenvolvimiento corporal del lenguaje, el deseo transferido a la escritura, el ser de las palabras deconstruye el exterminio de este supuesto discurso que podría implicar lo susceptible al entredicho, tornándose aún más violenta la operación de hilar fragmentos y surcos de lenguaje, de recodificar eso múltiple como si el deseo fuese capaz de irrumpir en el estatuto de la carencia anulando la estabilidad de la lengua -lejos de acercarse a la noción lacaniana donde el sujeto entra en un orden simbólico, sino más bien a través de una lengua bastarda-, el sujeto se identifica en su propio bastimento por aquello que implica un retorno al inicio. Aporta la llegada de esta significación dentro de un binarismo estético, al pensar el restablecimiento de este principio como un yo que se reconoce en la vulnerabilidad, en la tajante de las imágenes, en el bautismo que revela acostrando una memoria dentro de la operación del olvido.

Hay un dolor físico al recibir el rebote de una variante no recordada, el vacío otorgado al significado está lejos de enunciar un barroco amplificatorio; muy por el contrario, lo ambiguo del significado como figura radical del desamparo, relativo a favor de la sensibilidad que seduce al lector, disipa este fraccionamiento en la resaturación al no recurrir a la manufactura de un artificio. “Iniciática”, llega a ser parte de una escritura que ensaya su propia materia, se deshace en su funcionalidad, al roce de un posible tejido que mapea la mirada sobre una antinormativización. El punto culmine imposible de sistematizar en el cruce del lenguaje, las palabras que como hilos de pescar contienen el espacio que no alcanza, sitúa la ambigüedad de un objeto que es a la vez lengua y coerción. Lenguas repujadas asoman en el relieve de las letras y su lento destino. Desde las palmas el largo porvenir del deseo, la lengua que no se habla hierve hacia los ojos, dice Nadia Prado en “Un origen donde podría sostenerse el curso de las aguas”, y en esta, la lengua enroscada tras la lengua, Rodríguez utiliza la incapacidad como modo de habitar el espacio, rozando una perspectiva anticipada al mimetismo de un texto que se abre ante el encausamiento de su discurso. Julia Kristeva refiere en tanto a las substancias de las categorías lingüísticas, del cuerpo y de la historia, la demarcación de la escritura como una negatividad. Poner en duda la identidad lingüística, corporal e histórica, instala la escritura como bisagra, donde el significante destinal se transforma en los cuerpos que toman su posición originaria y se extravían junto a la mirada. Cito a Kristeva en “Sentido y sinsentido de la rebeldía”: “(…) la dimensión de la escritura en tanto negatividad aparece como la intermediaria entre las pulsiones del sujeto”, aunque en este caso hablar de pulsiones sería situar en un reduccionismo la enunciación del residuo.

La diferencia que difiere de sí habita el potencial destructivo de los silencios que traducen y ordenan vislumbrando la fisura. La nueva distancia no miente / el resto es metáfora que se interpone, nos dice Karla. El acontecer que proviene de un trazado, suerte de consentimiento a un orden que aguarda el deleite de compartir la carne, vislumbra su órbita al referirse a un significante enmohecido. Pero dentro de la clausura en la técnica de privación aplicada surge una fisura que opera sobre el decir. La imagen adherida por la retina hacia lo decodificado por el cuerpo no se sitúa en el estatuto de carencia en torno al deseo y su proceso de ser. El deseo es la fisura. Incremento que articula el registro de ésta, un sistema que está suscrito a la remodelación absoluta, el vacío se fija en una fase lacrada de la lengua al experimentar la trascendencia de un inicio. Sarduy en sus ensayos sobre el barroco afirma: “El lenguaje barroco reelaborado por el doble trabajo elidente, adquiere –como el del delirio-, una calidad de superficie metálica, espejeante, sin reverso aparente, en que los significantes, a tal punto ha sido reprimida su economía semántica, parecen reflejarse en sí mismos, referirse a sí mismos, degradarse en signos vacíos”, así Sarduy continúa hasta certificar que las metáforas en el espacio del desplazamiento simbólico –resorte del síntoma- pierden su categoría metafórica: su sentido no precede a la producción. Términos que por su brevedad indefinida pertenecen a un “rigor no verbal”, a un lenguaje donde ya hubiese tenido lugar la destrucción de sí para que el otro sea preservado, a un residuo que habita el poema como acto inaugural de la hablante al escribir el libro.  

Alejandro Godoy
abril, 2013

Presentación de "Iniciática" de Karla Rodríguez por Alejandra Loyola.




La iniciación como tránsito; un cambio básico en la condición de existencia. La iniciación a modo exigencia que llevará a la iniciada a conformarse en un ser, diferente del que era: será otra, será nueva. En la palabra: lugar y revelación, el retorno al útero, la muerte del ser profano en uno pleno y consiente. La práctica ritual de iniciación es precedida por una vuelta al caos. La muerte preparará la escritura para epifanías sucesivas del yo y de sus deseos, por lo que el rito de escritura comienza por la comprensión de su necesidad.

Iniciática de Karla Rodríguez nos propone establecer el espacio primario de quien escribe en tanto su función: una pieza de colección. El espacio se expande a medida que el texto insiste en encontrar respuestas, determinar escenarios y definir identidades. La colección, como espacio doméstico, se vuelve proclive a padecer y gozar lo sobrenatural, la transmutación de quien habla. El coleccionista pareciera quedar atrás en cuanto es mencionado, es un fantasma, solo el contexto, pues la lucha real no se enfrentará entre coleccionista y objeto, sino entre ama y esclava. Lucha a ratos descarnada y a otros dulce, como queriendo facilitar el tránsito hacia el origen y al descubrimiento de una voz propia.

En esta búsqueda las palabras se tornan armas, cuchillas, lava y tormenta.

La letra es insegura, precaria a veces, volcada sobre una servilleta pues no desea trascender ni formar parte de otros fragmentos de textos clasificados, replicando el acto de la iniciada al romper con la contención de la colección. Es letra libre, abierta y por lo mismo, poderosa. Reúne los deseos de una voz consciente de cuánto puede hacer, transformándose en paradoja exploratoria: ¿No sabe a dónde ir? ¿Desea el quiebre con el orden para formar un orden propio? No hay certezas y el texto pareciera enfrentarnos a un juego constante, lleno de dolor y deseo doliente, pero no menos gozoso.

Se confiesa hambrienta y furiosa al perder los colmillos. Desea volver a ser animal. Toma venganza desarmando el amor, y el fruto del mismo, desgarrando la semilla y erradicando el destino. Su infertilidad de ceniza volcánica indica que arde, en propiedad de cuerpo y alma, de ser indiferente al uso de las cavidades. Ejercicio exigente, que transmuta el cuerpo, que lo estruja y lo expande. Lo agota, y sin embargo lo levanta una y otra vez. Y frente a esta revelación el coleccionista teme ser devorado, enfrentado y calcinado. Teme que su trampa amorosa se abra como el vientre que rechaza al hijo por siempre no nato.

A medida que el conocimiento de la iniciada es mayor, el horror se apodera de sí: el horror de verse por dentro, de verse un puñado de tejidos unidos por el ansia de reconocerse una y propia. La soledad la acompaña, una soledad de sujeto inservible, de basural, de olvidar para qué fue concebida. Lucha entre aceptar la libertad, la posibilidad de mirar el crimen, y el deseo de volver a la esclavitud del sentir. De rebelarse contra la rebelión.

Quizás la libertad la condena a sentirse en fragmento, sola, desperdigada, y le impide volver a los espacios en blanco, a lo no dicho, lo cual, sin embargo, está presente y se hace materia en un cuerpo insistente en su propensión al vacío, en un animal herido y dócil, en ser domesticado y vuelto al salvajismo.

Una vez que la soledad se ha aceptado como territorio, se reconoce su potencial de relige sagrado, ancestral y holístico. El cuerpo ya no es vacío, sino es habitado por todas las formas, reconociendo su migración y su independencia lingüística. Su letra se vuelve invocación, maleficio que hace y rehace al ser y al texto mismo. Algunas veces violento y, otras, inquietantemente apacible. De esta forma, el acto de escritura se torna sagrario, lugar de redención y pasaje al conocimiento, conocimiento que demuestra que el retorno a la unidad es ilusorio y que el único origen es el viaje, por naturaleza, siempre iniciático.

Un texto pausado y a ratos oscuro, con toda la ruta de iniciación del héroe, pero con sexo femenino y vaciado, preparado para la consumación de un destino establecido, el ser habitado, y por lo mismo precario, pero al mismo tiempo determinado al desalojo y al parirse a sí misma las veces que sea necesario.

Alejandra Loyola
abril, 2013

jueves, 4 de abril de 2013

Nuevo título de los Cuadernos de Poesía: "Iniciática" de Karla Rodríguez. Presentación: jueves 18 de abril de 2013.



Karla Rodríguez, nacida en Antofagasta en 1978 y educada en Santiago en los 90’.

Ingresó a la escuela de Sociología de la Universidad Católica donde se mantuvo al margen de los grupos y las actividades literarias de su generación. Fuera del circuito floreciente, su necesidad poética tuvo como único horizonte el diálogo con la interioridad.

Sólo a partir del año 2009, su producción escritural se organizó en torno a un régimen más sistemático en cuanto a lecturas y escrituras, identificándose como el inicio de un oficio poético tardío. En esta primera etapa se consolida la búsqueda de un registro propio, que privilegia lo vivencial y que da cuenta de una forma específica del habitar femenino..

Con esta primera publicación se da por iniciada una trayectoria y una transición: de ahí su nombre Iniciática. Lo que puede ser entendido doblemente; como el acto inaugural al oficio y como el movimiento que hace la hablante en el libro.

Durante el 2013, el proyecto de novela Llegar, verá también su nacimiento. 


Iniciática de Karla Rodríguez es el nuevo título de los Cuadernos de Poesía de la Biblioteca de Santiago. Presentación: 18 de abril.