“La señal de todas las cosas”, Sobre Viewmaster, de Gastón Carrasco
Muchas imágenes se me pasaron por la mente mientras leía las páginas de Viewmaster, de Gastón Carrasco:
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La primera, que es un joven poeta, al igual que todos nosotros, porque mientras tengamos con vida a Nicanor Parra todos lo somos. Muchos antes, cuando Parra no tenía los 97 años actuales, nos decía: “Jóvenes/ escriban lo que quieran/ en el estilo que les parezca mejor/ ha pasado demasiada sangre bajo los puentes/ para seguir creyendo –creo yo/ que sólo se puede seguir un camino: / en poesía se permite todo”.
Pero no quiero aprovecharme del reconocimiento que ha tenido Parra estos días. Sino quisiera encontrar un punto de mirada, una perspectiva, para situar las imágenes cargadas de sentido que enfrenta y también esquiva definir este libro.
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La segunda idea, que sea una plaquette o un zine, tampoco le quita la condición de libro, menos de literatura. Todo es cancha, la ampliación del campo de batalla ha comenzado hace demasiado tiempo, y ha corrido demasiada sangre bajo los puentes.
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La tercera idea, dice relación con que Gastón, supongo involuntariamente, por las juntas que ha sostenido con Raúl Hernández que oficia de editor de este libro y la proyección de una serie de cuadernillos, también se vuelca a la fotografía como material poético. Vuelvo al papel que le toca al autor de, entre otros libros, de Polaroid, para decir que detrás de esta obra hay mucho trabajo. Todos los escritores que se precien de tal porque escriben, y no porque dicen ser escritores, saben que escribir no tiene nada que ver con la inspiración sino que con la persistencia en el trabajo. Bien lo dijo Baudelaire, también en su momento lo afirmó Manuel Rojas: “La creación es, desde cualquier ángulo que se mire, y desde el momento que requiere muchísimo trabajo, una lucha contra una oposición que obra, con su inercia y obstáculos, contra el hombre que pretende crear (…) toda creación es una lucha, así como también es un placer”.
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Una cuarta imagen está algo desfigurada, ya que no es mía, sino forma parte de los recuerdos que componen la memoria de Gastón y centran su ojo en el corazón de su alma. Se ve la familia, aparece el amor, los ideales, su concepción ideológica: “Amo todo lo que crece en mí”, dice Raymond Carver. Y estos poemas recogen esa sensibilidad. Son más que eso. Pues no quieren ser palabras, quisieran ser una imagen, pero evitan ser fijadas en una foto.
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Quinta idea: Viewmaster es un cuaderno de notas donde alguien bosqueja, apunta, para fotografiar su pasado y revelar su futuro. Pero ¿cuál sería entonces el presente de Carrasco? Me animo a decir que la Escritura, ese es su refugio, su aliento, su sombra, su techo ante la intemperie de su poesía callejera, civil, comprometida, primero consigo mismo, porque lo personal es político. Y estos poemas son esencialmente políticos. No sé si eso le acomoda a Gastón, creo que sí, pero tengo que decirlo.
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Sexta idea, recojo algunas citas:
-“mientras llovía, quizás habría/ visto la ilusión de un dios, plasmada entre el vidrio y/ la distancia, reluciendo agotado la mirada”, dice en el poema que abre el libro.
- “y aspiré siempre a escribir sobre tu hallazgo ser/ parte de la revelación de aquel suceso/ el abandono”… hace un guiño a Raúl Hernández con eso del ojo del perro y el anuncio de Copec. Pero antes, una entrada fugaz a la novela de Mauricio Wacquez.
- En “Negativo a contraluz” dice: “detenerse a mirar cada artista/ callejero, en cada esquina/ creer que aún quedan/ cosas por hacer y escuchar”.
- Ya en el título “Torres de alta tensión: / crucifijos o las cuentas/ de un rosario” bastaría para decir que la ciudad-escrita es parte de su culpa. Esa imagen se mantiene en varios textos, porque se niega a escribir. Cuesta asumir esa condición. Juego o provocación, emerge como su condena. A ratos se avergüenza, pero tampoco hay vuelta a atrás. Es el cableado de la ciudad en su vida.
- Una hija mira un álbum fotográfico “lo mismo que inventa cosas mientras narra”. Las fotos de la familia, esos lazos trenzados y rotos, son la escritura del recuerdo. Por eso dejar que luz de la luna se cuele, entre para quedarse. Todo es cambiante como la luna.
- “Es cuestión de usar las manos”, uno de mis preferidos, nos aproximamos a una poética: “Sin tomar conciencia/ trata de escribir desde la posición más incómoda posible –errar el tipeo– decir algo de una forma y que suene otra. / De eso se trata: cordillera blanca y cielo rojo. /El niño busca el cansancio en los ojos de su padre. / Lo escribe. De paso, ejercita la mano y la mirada. / Todo se vuelve una cuestión de resistencia”.
- Luego, “Kínder a ciegas”, un lujo en la descripción de la foto de Auguste Sander, ¿es un autoreflejo?: “Las tres niñas, libro en mano, leen con los dedos”. Para Carrasco, inconcientemente, se lee con las manos, se hacen, como artesano, con los dedos fotografías de una realidad que cuesta mirar.
- El tiempo: palabras, palabras, palabras, que son un flujo, lo que ocurre y ocurrirá en el porvenir, como dice en “Testimonio”: “La pérdida de vivir un momento por tomar una/ fotografía” que se contrasta después con “Revelación”: “Toda la vida es un barrido a cámara lenta”.
- Cierro estas citas leyendo el poema final:
AL PONER EL OJO EN EL LENTE
Ahí están los muertos
esperando su oportunidad
para aparecer en mi memoria.
Acá tenemos estas escenificaciones de la vida cotidiana y solitaria, poemas de la intimidad, retenidos en láminas, cuadros o ventanas que avanzan como dentro de esas antiguas maquinitas Viewmaster, donde también nosotros vamos apareciendo y desapareciendo.
Roberto Contreras
Diciembre, 2011.
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